agosto 13, 2009

Con la sonrisa y la mirada de chicos

Los nenes son los únicos seres que por su cercanía al momento del nacimiento poseen la frescura y la autenticidad propias de quien aún no ha vestido nunca una careta, de aquel que solo se dedica a vivir y a expresar todo aquello que siente, atraviesa, experimenta.
La sonrisa de los chicos son aquel regalo puro y fantástico que sin necesidad de falsedad se otorga al mundo para compensarlo de frustraciones y fracasos, de guerras y rencores. La sonrisa de un nene reconforta, recrea y emociona. Permite hasta en el ultimo aliento sentir que no todo está perdido y que por algo seguimos construyendo este mundo de sin sentidos que una y mil veces nos deja abatidos y tumbados en el desasosiego.
Son sus miradas las que reflejan el alma. Esas transparentes miradas que no hacen más que decir todo lo que por sus almitas pasa. Y es esa claridad de su mirada la que pide a gritos un mimo, un chocolate, un buen cuento. Es ella la que es cómplice y testigo, la que dice te quiero o no te soporto.
Y con las miradas y las sonrisas, si es que les toca una vida medianamente tranquila, van creciendo en un mundo ajetreado.
Así la pequeña encuentra 50 centavos y compra en la pizzería de al lado de su casa empanadas y faina para sus 5 amigos. Sin pensar siquiera que esa moneda no alcanza ni para un viaje de colectivo y que será su padre quién, con gesto cómplice y embobado en la adoración, abone la deuda en el local de comida.
Es que es aquella mirada sincera la que no soporta que su madre la deje sola en el odontólogo y levantando su dedito, que mide menos de 5 cm, le explique a una ordinaria odontóloga que su mamá nunca la dejo sola en el consultorio, y que por mas vueltas que ella de nunca la odontóloga va a poder echar a su mami de su lado… “Porque mi mamá siempre entra conmigo”.
Y así bien pequeñita, con sus ondas rubias que casi parecían blancas quería treparse a la reja del Ital Park. Ante el reto de su tía, la mira con enojo haciendo trompita y le dice “dejame, pelotuda”, generando quizás la anécdota mas graciosa de la familia.
Es que los nenes tienen “confliStos” y quieren ver como es un “cupriño”, les gustan los “arGolitos”, dibujan “Gufalos” y a veces tienen ganas de “Gomitar”.
Los nenes extrañan a la mamá y sienten que el mundo empieza y termina en un rico alfajor y porque no en un huevito de chocolate que trae juguetitos adentro.
Los nenes están cerca del momento en que un útero cómodo y calentito los cobijo por nueve meses y tienen la simplicidad justa para poder ver las bellezas de este mundo, para crear ilusiones e imaginar utopías.
Los chicos llevan los moretones en las rodillas como emblema de juego, y cuantos más moretones y más mugre encima más felices son, mas plenos, mas libres.
Los nenes cambian figuritas e inventan mundos para sus Barbies y Playmovils. Y si tienen una mezcla de juguetes de varón y de nena, He- Man puede ser novio de la Barbie tropical y vivir juntos en el castillo de Greiskol… (Es que Ken siempre había uno solo y era injusto que tuviera un aren).
Y la imaginación de un nene se potencia y multiplica por 200 si juega con sus amiguitos. Es así como en un cuarto a medio construir se puede inventar un tren fantasma en el que la zapatilla andadora la jugaba de carrito. De la misma forma que un colchon viejo hacia de alfombra mágica en el viaje por escalera de la pieza al pasillo.
La búsqueda del tesoro, el cuarto oscuro, la mancha, la escondida. El poliladro y el paredón, los patines, el elástico, la rayuela y obviamente las cantidades incontables de pinturitas y acuarelas.
Los disfraces de la tía y los cuentos raros de la nonna antes de la siesta. Las dos colitas con pompones que terminaban en un bucle definido, meticulosamente elaborado por la abuela. La granadina con hielito picado y los scones.
Así un niño es feliz.
Así, con esas pequeñas y maravillosas cosas se mantiene por años la sonrisa calida y la mirada sincera que hacen de estos pequeños seres, la luz más transparente y clara del mundo. Y es en los nenes siempre donde de alguna forma esta la salvación y también es en ellos donde nos reencontramos cada vez para seguir amando la existencia.
Entonces no por nada muchos intentamos en algún rincón del alma seguir siendo pequeños, seguir intentando cierta transparencia y pureza, seguir dando y buscando de las personas aquellos gestos plenamente desinteresados y animosos.
Es que de aquellas miradas y sonrisas quizás se pueda sacar el germen que de lugar a una vida mucho mejor, que no es de nadie más que de nosotros mismos.

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