septiembre 03, 2007

Dos dias en la vida...

El tiempo en que no existe el tiempo, solo transcurrir.
Empezó la mañana del día uno con cierto miedo que quizás se transforma en algo peor. Cuando estaba a milímetros de ingresar en ese algo peor, se da cuenta que todo lo que podría llegar a suceder formaba parte del prejuicio y de la construcción imaginaria de lo que justamente podría llegar a suceder.
Pareciera como si la soledad absoluta hiciera nexo en sus pensamientos con algún libro de autoayuda, clases de meditación, introspección, “usted puede sanar su vida” o toda la producción que existe en torno a la materia.
El pensar en estar sola caminaba a aterrarla por considerar que se encontraría consigo misma, con su interior, con sus grises, sus negros, suuuuus problemas angustias y desamores.
A medida que aumentaban sus minutos de soledad parecía que todo eso surgiría como una sombra inevitable.
Desde ese lugar del prejuicio, simplemente decidió correrse a otro, al sitio donde las cosas se viven y ya. Al espacio que da espacio, dejando que las cosas que sencillamente deban ocurrir, ocurran.
Desarrolló todas las actividades que hubiese hecho con otro pero sin otro, y verdaderamente no apareció lucifer. Hizo todas las actividades que no hubiese hecho con otro pero que quizás ni siquiera hubiera hecho sola.
Resulta que se dio cuenta que nunca está sola y no porque esté consigo, con su cuerpo o con su alma ya que seria reprochable nombrarlos en tercera persona cuando todos la componen. No está sola porque eso es practicamente imposible.
Una persona cargada de tantas cosas facinantes debería borrar su memoria y morir para llegar a la supuesta soledad.
Su ser, su modo, su presencia, se deben a un cúmulo de cosas que se agrupan y la conforman. Manojos de recuerdos e ideas, historias, conocimientos, vivencias, sentimientos, recuerdos, crisis, calmas, logros y obstáculos.
Llegó a su edad y sin sobreestimar la situación pero tampoco sin desmerecerla, es imposible que no posea alguna de las partes del rompecabezas. Entonces imposible entenderse sola.
Igualmente más allá de la imposibilidad de la abstracción de la idea de soledad, en los hechos: su cuerpo se dirigía solo, sin compañía, en ausencia de un alguien más cualquiera, otro.
Bien, su independencia y su autosuficiencia a flor de piel, sin necesitar a nadie, moviéndose a gusto. Así lo hizo 48hs.
Ciertas cosas novedosas, algunas simpáticas, pero en verdad hacer lo que le da la gana quita ganas cuando el otro es nulo.
Le gusta hacer lo que ella quiere pero en presencia del ojo ajeno. Le gusta lograr que se camine por su senda, pero que varios caminen.
Es genial hacer lo que se quiere, pero no demanda más que solo desearlo. Pensar lo que se desea, pensar se alinea con decidir.
El sabor de hacer lo que ella quiere aumenta y casi la llega a deleitarla cuando en el medio del logro existió discusión, estrategia, persuasión. Cuando hubo disputa, táctica y convencimiento. Placer de hacer lo que se quiere con los que se quiere y sentir el alma plena, liderando quizás.
Dos días en la vida nunca vienen nada mal, porque lo bueno es qué encontró: lo que es todos los días, solo dos días más.
Rodeada de cuestiones y atravesada mas por revuelta que por calma, encontró lo que es siempre, sin reveces, sin detrás.
No implica que no le falte pulir, mejorar, corregir ni mucho menos, no implica que alguna zona desconocida existe y existirá siempre. Seria demasiado omnipotente si pensara que se conoce plenamente, pero es demasiado iluso y hasta quizás ingenuo pensar que se encontraría estando sola.
Ella es el espejo del otro, el reflejo también. Se construye gracias y por el otro y es con otro que hace sociedad. Conjuntos de otros que son si mismos, solo con ellos. Por empatía u oposición es siempre con otros… es que de alguna forma de eso se trata vivir.

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