julio 11, 2009

Separarse y reubicar

Me doy cuenta que en la cotidianeidad uno toma rumbos inesperados que casi sin notarlo te van separando del camino que imaginariamente trazaste alguna vez. Podría decirse que eso es casi obvio, porque del dicho al hecho… la vida. Porque entre lo real y el deseo… la vida.
Pero me di cuenta que sin pensar ni torturarse, todo se ubica en su lugar, por propio peso, por propio cauce. Al separarte, te paras en un punto tan ajeno que sin desearlo das cuenta casi por inercia de las distancia con el camino que tenias diagramado. Es genial ver cuanto bueno lograste en tu camino justamente por desviarte y también ver cuanto hay que reencauzar. Y resulta que gloriosamente podes otorgarle a las cosas la importancia justa y respirar en paz. Con esa calma placentera que pareciera cantarte el arrorró mientras los autos pegan bocinazos.
Es como en el TEG, separarte, viajar, salir te da ese espacio en que en el juego miras los países de lejos y reagrupas fichitas, sacas las que no están bien puestas, agregas donde falta, afianzas lo bueno que tenés.
Estoy plenamente feliz de casi sin buscarlo no haber pensado en nada ni en nadie, y cada recuerdo que surgió y cada idea perdida, venían de otro lado, no de mi cabeza torturada y torturante que idea mil mecanismos para pensar mas cosas en el mismo minuto.
Es que por primera vez me estoy dando cuenta que sin pensar los pensamientos se ordenan solos, como la nievecita que cae en esas bolas de vidrio. Las das vuelta, las agitas y por más ebullición que halla en la esfera, la nieve que hay siempre cae y se ubica.
Fue un mes de no pensar nada, y desde que se abrió el avión en Ezeiza hasta ahora las cosas se van ubicando como si las hubiese pensado, pero no.
Y me invade un sabor placentero de calma que me hace darle importancia solo a lo importante y lo demás que siempre sea lo demás.
Es fácil hablar así cuando la vida aún no paso por arriba de mi mes turista, pero también es agradable saber que hay ciertas cosas que pueden hacerme no pensar y mejor aún, es grato saber que sin pensar puedo igual o puedo más.
Estoy acá medio atolondrada y encantada con mi nuevo descubrimiento, sintiendo a esta distinta yo pasar por la vida de otra manera, y me gusta.
De dos años a hoy siento que aprendo y crezco a zancadas, que extraño, que maravilloso, que bueno haberme dejado aprender acerca de lo que es la plenitud.
Estoy contenta, no eufórica, mansamente alegre y dispuesta a vivir. Es que si somos profundos ya no hay forma de existir en la superficialidad.