febrero 21, 2010

Bs. As.

Me gusta que la ciudad respire, hasta casi puede verse la contracción que inhala y exhala vida. Más allá del cemento hay algo, hay cuerpo, hay sangre, hay sensación. Me gusta cuando algún evento, lugar o situación me recuerda que la ciudad respira. Que está viva, que fluye, que corre, que se duerme, que transpira.
Me asombro como casi instantáneamente puedo enamorarme de algo considerado “detestable” porque en ello veo vivir la ciudad, la veo llorar, reírse, moverse, gritar!
Son mis amados grafittis por todas partes, en las calles, en los subtes, en los túneles, en los puentes. Es el trazo indiscreto que da color, vida, movimiento. La pintada prohibida que hace uso del lugar ajeno para ser, para existir, para morir.
Son los negocitos viejos ubicados en espacios pequeños e inesperados, los kiosquitos diminutos en que apenas cabe una persona, los puestos donde se lustran zapatos, el vendedor ambulante de café, el vendedor de cualquier cosa, el rebusque por el rebusque.
Es el túnel “sur” del obelisco donde se cruzan todas las líneas de subte, sus negocios bien porteños, medio sucios, pintorescos. Son los cines de Lavalle, viejos, inmensos, con eco.
La ciudad respira con los carteles de sentidos cambiados, con los volantes pegados en los postes de luz, con las plazas abiertas, con las pocas calesitas.
Y así otras cosas, como los oficinistas descalzos en cualquier pasto, los deliverys en rollers, las ferias, las tribus urbanas que elijen su esquina, su parque, su calle.
Y a las cuatro de la mañana de un martes cuando todo debería dormir, la ciudad está despierta. Algunos pasean sus perros, otros salen a correr, alguien cabecea en el colectivo y otro lee el diario en algún bar perdido. Los quiscos de revistas abren sus puertas, reciben el diario del día. La veredas empapadas de agua con jabón y se huele en algunos recovecos unas medialunas recién horneadas.
La ciudad vive en los cortes, en las marchas, en los escarches. La ciudad vive en cada gesto de apropiación que todos y cada uno de sus habitantes hacen de su espacio. El gran bloque de cemento respira en el uso vivo de las cosas. En el uso y en el guiño. En los seres que respiran los espacios. La vida de la ciudad no es más que el uso más allá de lo pautado, sí la estrategia, pero también la táctica. Es que si un lugar es nuestro, el nosotros le da vida. Y la ciudad respira, te das cuenta?